A principios de agosto, la paz pareció regresar al pueblo español de El Velon. Han pasado dos meses desde los hechos ocurridos en el centro de acogida de menores extranjeros de este municipio de 2.000 habitantes, situado a 50 kilómetros al norte de Madrid. El 9 de junio, residentes enojados intentaron ingresar al edificio para confrontar a los jóvenes inmigrantes, acusándolos de agresión (los detalles varían) y supuestamente de robo de dos teléfonos celulares. En los últimos meses, la acogida de menores extranjeros no acompañados, o menas Como se les conoce en España, se han convertido en una importante fuente de tensión política. La inmigración, que hasta ahora había permanecido fuera del debate político, se ha convertido ahora en un tema polémico en la región de los Pirineos y en Francia.
Fuera del centro de recepción, un pabellón alquilado por el gobierno regional de Madrid, un trabajador social que se mostró reacio a hablar con los periodistas dijo que los 11 jóvenes inmigrantes aislados «no quieren ningún problema» allí. Entre los representantes de los gobiernos locales, las opiniones son claras. Catalina Llorente, alcaldesa socialista de El Velón, afirmó en junio que «el 90% de los delitos que se les imputan a estos jóvenes no se cometen», mientras que Rodrigo García, alcalde conservador de la vecina Petrezula, los acusó de «sembrar pánico y pánico». peligro para la convivencia pacífica de los ciudadanos.»
Los aldeanos también están divididos. «Estos jóvenes son el blanco de una campaña de desprestigio orquestada por la derecha», afirmó Gustavo Díaz, un asesor fiscal de 46 años que vive a 40 metros del pabellón. [the menas] Un riesgo y no los quieren. La semana pasada, hubo un ataque con cuchillo que se les atribuyó, aunque no lo fueron. Si hay algún incidente o ataque en la zona, serán víctimas.»
El peligroso paso de Canarias
Laura (nombre reservado), paseando a su perro, participó en una manifestación frente al centro el 12 de junio exigiendo su cierre. Según él, «estos jóvenes son agresivos, persiguen a los niños locales y no se integran». Sentado en un café en la plaza del pueblo, Raoul, de unos 50 años, que trabaja para una empresa de mantenimiento de carreteras, “los responsabiliza de la sensación de inseguridad que le impide salir de su pueblo. [his] Niños de noche.»
«Hablo con los jóvenes», dijo Susana, de 41 años, una limpiadora. «Han pasado por momentos difíciles, son buenos, uno de ellos hasta me regaló una pulsera», dijo mostrando una delicada cadena de plata en su muñeca.
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