La resolución española sobre el Sáhara Occidental condena enérgicamente a Argelia – Organización Mundial de la Paz

A principios de junio, Argelia llevó a cabo sus medidas de represalia contra España mientras la controversia sobre el Sáhara Occidental seguía escalando. Un día después del acuerdo de amistad y cooperación firmado por los dos países hace 20 años, Argelia anunció que suspendería el comercio de productos y servicios con España. La medida se produce después de que el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, hablara en el parlamento español sobre la decisión de Marruecos de ponerse del lado de Argelia en el debate sobre el futuro del Sáhara Occidental. La fuerte reacción de Argelia a esta decisión indica la dificultad que tiene España para gestionar las relaciones entre ambas partes.

Un exfuncionario argelino dijo a Reuters que la aceptación de la decisión de España por parte de los argelinos era una señal de que el país no quería mantener buenas relaciones con Argelia. En unas declaraciones del Gobierno argelino se acusa a España de «presentar su apoyo a una fórmula ilegal e ilegal… por parte de la potencia ocupante». [i.e., Morocco]y “actuando en violación de sus obligaciones legales, morales y políticas” respaldan esta interpretación.

El Gobierno español, por su parte, lamentó la reciente ruptura de relaciones y emitió un comunicado en el que decía que seguía viendo a Argelia como un aliado y que estaba totalmente preparado para mantener y potenciar las relaciones especiales de cooperación entre España. Ambos países y la gente de ambos países se beneficiarán.

Así, España se encuentra entre dos países de importancia regional. Las acciones de Argelia muestran que está preparada para soportar no solo pérdidas políticas y diplomáticas, sino también futuras pérdidas económicas en el Sáhara Occidental. Mientras tanto, la última apuesta de España por Marruecos está a punto de ponerse a prueba. Ahora está claro que si España quiere participar en la resolución del conflicto del Sáhara Occidental, debe hacerlo con un entendimiento que podría poner en grave peligro las relaciones entre las partes involucradas. Sánchez, por lo tanto, debe considerar cuidadosamente todas sus opciones y comprometerse solo en decisiones que considere acordes con los valores españoles y conducentes a la paz, evitando obligaciones urgentes para una acción que podría tener consecuencias diplomáticas a largo plazo.

Desgraciadamente, la incertidumbre expresada por España respecto al Sáhara Occidental indica indecisión. Después de que España, una antigua potencia colonial, abandonara el Sáhara Occidental, Marruecos se anexionó la región. Desde su adquisición, Argelia ha apoyado el movimiento independentista de la región pidiendo un referéndum sobre el futuro del Sáhara Occidental. España tradicionalmente ha tratado de evitar provocar a ambas partes, pero el año pasado estalló una disputa diplomática cuando Brahim Khali, una figura clave en el movimiento de autodeterminación del Sáhara Occidental, acordó permitir el trato del gobierno en España. En respuesta, Marruecos retiró a su embajador y relajó los controles fronterizos, desencadenando una repentina afluencia de inmigrantes a España. España, vacilante así, aceptó públicamente el plan de reclamar la autonomía del Sáhara Occidental dentro de Marruecos, lo que normalizó las relaciones con Marruecos, pero provocó reveses en Argelia y en casa. En el Sáhara Occidental (incluido el 80% de los propios partidarios del presidente del Gobierno), más del 70% de los españoles obtuvieron la independencia.

Este cambio brusco de política demuestra que Sánchez está dispuesto a arriesgar la opinión pública española, las relaciones con Argelia y el derecho a la autodeterminación del Sáhara Occidental para entablar relaciones con Marruecos. La respuesta hostil de Argelia ante la expresión de un apoyo tan claro es comprensible. Al mismo tiempo, seguir los tres enfoques diferentes de España durante los últimos tres años indica una rendición urgente y desesperada a las relaciones marroquíes, no una respuesta política mesurada. La audacia de Sánchez sobre un problema que España causó por primera vez es una señal de que el gobierno español no está interesado en considerar los costos humanos y morales de sus operaciones.

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