En abril de 1986, el accidente de Chernobyl provocó una catástrofe que en tres meses mató a más de 30 personas, y más en los meses siguientes. Incluso hoy en día, la ciudad que albergaba a unas 14.000 personas sigue siendo una ciudad fantasma donde la gente no puede sobrevivir debido a los altos niveles de radiación.
Según los científicos, pueden pasar miles de años antes de que la zona radiactiva sea segura para la habitación humana.
Sin embargo, según investigaciones recientes, existe cierta forma de vida que no sólo continúa sobreviviendo, sino que también prospera en el entorno altamente radiactivo de la Zona de Exclusión de Chernobyl (ZEC).
Gusanos flexibles
Según una investigación publicada en Proceedings of the National Academy of Sciences, los nematodos microscópicos que viven en un ambiente altamente radiactivo no mostraron signos de daño genético causado por la radiación.
A pesar de las peligrosas condiciones, estos gusanos parecen haberse adaptado maravillosamente.
¿Porque es esto importante?
La capacidad de los gusanos para sobrevivir en estas peligrosas condiciones plantea posibilidades interesantes con respecto a los mecanismos de reparación del ADN que podrían beneficiar a la medicina humana.
El estudio, dirigido por la bióloga Sofia Tintori de la Universidad de Nueva York, se centró en nematodos (gusanos microscópicos), específicamente la especie Oscheus tipulae, recolectados en varios lugares dentro de la región de la cuenca del lago Tampa.
Desde la catastrófica explosión de la central nuclear de Chernobyl en abril de 1986, la zona circundante ha quedado fuertemente contaminada con radiación ionizante, lo que plantea graves riesgos para cualquier forma de vida.
El equipo de investigación recogió cientos de nematodos del suelo, la hojarasca y la fruta podrida de la zona, y midió los niveles de radiación mediante contadores Geiger y el uso de trajes protectores. También cultivaron casi 300 gusanos y seleccionaron 15 muestras de nematodos para secuenciar el genoma, comparándolas con muestras de otras partes del mundo, incluidas Filipinas, Alemania, Estados Unidos, Mauricio y Australia.
Contrariamente a lo esperado, los nematodos en la zona mencionada no mostraron ningún daño genético significativo.
El análisis no reveló ningún reordenamiento cromosómico extenso ni mayores tasas de mutación asociadas con los niveles de radiación ambiental. Las diferencias genéticas entre los gusanos de la región CEZ y los de otras regiones se debían principalmente a la distancia geográfica más que a la exposición a la radiación.
Los resultados sugieren que estos nematodos tienen una capacidad inusual para resistir la radiación, quizás debido a la selección natural que favorece a los individuos resistentes a la radiación ionizante. Esta capacidad puede proporcionar información valiosa sobre la reparación del ADN y la susceptibilidad al cáncer en humanos.
«Ahora que sabemos qué cepas de O. tipulae son las más sensibles o tolerantes al daño del ADN, podemos utilizar estas cepas para estudiar por qué diferentes individuos son más susceptibles que otros a los efectos de los carcinógenos», dijo Tintori.
«Pensar en cómo los individuos responden de manera diferente a los agentes que dañan el ADN en el medio ambiente es algo que puede ayudarnos a tener una visión clara de nuestros propios factores de riesgo».
Según el sitio web Science Alert, la investigación abre nuevos horizontes para estudiar los mecanismos de reparación del ADN y mejorar los tratamientos contra el cáncer, inspirados en la resiliencia de estas pequeñas pero testarudas criaturas.
(Con aportes de agencias)